PURA MATERIA

(Retrato de la pintora Mulá)

En una playa, en la orilla mediterránea, frente a una pequeña isla, vive una mujer llena de luz. Es una artista de las cosas sencillas, de las cosas que pueblan su mundo auténtico. El espacio geográfico le condiciona para crear una obra radiante y luminosa. La palabra arte esta grabada a fuego en su mente y en su corazón. Dueña de una poderosa inventiva imaginaria y gran intuición, nos muestra con su trabajo todas sus inquietudes personales además de todo su encanto y su alegría vital. Dolores, como a mi me gusta llamarla, es una creadora que se cuestiona su trabajo con las armas que le da su imaginación y su cultura, una cultura popular y erudita, a la vez que contiene mecanismos exóticos, que la hacen poseedora de una mente especial y única.

Comprender la obra de María Dolores Mulá es entenderla a ella misma, verla tal como es, positiva y objetiva, con una gran humanidad. Nuestra artista se entrega a los desafíos imponiendo sus propios códigos, moviéndose por horizontes ajenos al suyo, encontrando raíces. Sus manos son una herramienta de precisión, con ellas afronta diferentes disciplinas que ejercita con todo rigor, constatando un especial interés por la belleza subjetiva de lo abstracto.

Comienza su andadura expositiva con una serie dedicada a la poetisa Alfonsina Storni, sin caer en los manierismos de todo principiante, creando cuadros de una gran madurez y experiencia.

Las series Chopo Ilicitano y Salinas (1984 –1986), pintadas al mismo tiempo, nos remiten directamente a la transvanguardia italiana. Son cuadros de gran formato que se pueden tocar, llenos de materia, de arena y barro, que sobresale del lienzo. En la serie de Salinas, donde abundan piezas maravillosas, destaca la obra Cruce de caminos, compuerta, un oscuro y misterioso paisaje con un cruce de caminos en forma de aspa que actúa como macguffin. Toda esta serie es de gran madurez, donde la artista demuestra, sin ningún titubeo una seguridad absoluta en su técnica, dando animación a la materia pura manipulada con la brillante ayuda de la espátula, mostrándonos una dura y arriesgada poética del paisaje, transformado por la visión de Mulá.

Hace varios años que viaja alrededor del mundo visitando países que le hacen crear obras desde la intuición y la sabiduría, conjuntos de obras motivadas por las diferentes culturas.

En su obra Subida al árbol (2004), ha inventado un árbol con piel de animal salvaje que tiene vida propia y parece que se mueve dentro del lienzo, en una sinuosa danza, como si el árbol se convirtiera en el cuerpo de una mujer de múltiples brazos. Quizá su propio cuerpo.

Pepe Calvo